A mi primo Luis Fos Ortega,
in memoriam.
TÁNGER
La aparentemente descabellada idea de atraparte
traspasa pórticos de luz
y atraviesa un túnel
de pétalos fundidos a la noche.
Creo recordar una música
siempre inconclusa sobre la misma nota,
acorde pretencioso,
el verano bañándose en tu playa
cubierta de ficciones.
Arrancar de nuevo unas ideas
a desvanes ignorados,
enervamiento de la voz
en el punto de origen.
Estoy volviendo a mi raíz
y parto de mí mismo.
Mi ventana da
a la víspera de tu cuerpo,
antesala de lluvias
en una simple espera de recuerdos.
Llega al fin el día
en que los ojos pierden su memoria.
Qué falso tu ropaje,
puro fingir de pálido horizonte,
y qué auténtico el canto
de tus pájaros nocturnos,
entre té con yerbabuena
y acerados licores de menta.
Desde el Boulevard Pasteur a Malabata
riman tus olas
y aunque los perros callen,
la brisa fugitiva rapta la danza de tus dunas
hasta mí.
Inútiles maneras te maltratan,
hincan su furia
en el barro sudoroso de los rostros.
Pero yo trasciendo tu discurso
de castillo derrumbado
mientras me empapan tus luces
erguido en mi habitación dormida.
Aromas encendidos circundan mis sienes
precipitándome
a tus pequeños bares de sombras enrejadas,
a tu cus-cus reposando su fuego sobre un ébano lunar,
a tu explosión de sueños
que al cabo se diluyen.
Amo tu risa, es cierto,
y la metafísica de tus playas
y el viejo sol que siembra flores
en las abiertas carnes de tus hijos.
Conscientemente me defino
con subjetivas madrugadas
en torno a la obsesión del arabesco iluminado.
No me limito a observar el accidente
de algún suceso.
Llego al último grito de lluvia
y a tu manifiesta desnudez sin grandes gestos.
Un Petit-Taxi me lleva a tu ombligo hundido
entre árboles sin ramas
mientras ojeo un diario matutino.
Larga multitud de imágenes rientes,
feliz deferencia a mi curiosidad extraña.
Dejo la mesa vacía
y regreso de tu rostro que se asoma
entre repliegues con aristas de bruma.
Tu recuerdo azota mi frente
mientras el sol gotea en mis jardines,
quebrada luz del último verano.
Con el eco del gong de la espuma desmayada
quedo somnoliento en mi butaca.
Quedamente, bajo un palco umbrío
se desviste perezosa
una tarde de julio.
Juan Luis Bedins
(Del poemario inédito Migración del alma)
Créditos de la imagen: http://www.tangerexpress.com
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